Soy feliz cuando llevo a mi hija cada mañana al cole y me cuenta lo que hace, ver una serie por la noche junto a mi familia y mi nuevo cachorrillo Lukas, cuando me siento por las mañana a tomar un cafe en la ofi con el equipo y distribuimos el trabajo y veo que el miedo y el esfuerzo de lanzarme a crear Simplifika con mi hermana Cristina está dando sus frutos, cuando como los domingos con mis padres y hermanos y luego jugamos una partida de conti mientras tomamos algo, cuando me siento con mis hermanas a cotillear sobre cosas absurdas y nos reimos a carcajadas, cuando salgo de la pelu sin canas y vuelvo a verme bien, pero sobre todo me llena de felicidad estar ahí cuando tu entorno te necesita de verdad ver que un simple mensaje muchas veces hace que alguien se sienta mejor. Me hace feliz quedar a tomar un café con amigos y/o conocidos que lo están pasando mal por su ruptura profesional y ayudarles a entender que la adaptación es parte de la vida y que en eso está lo bonito, que no se frustren porque ya nadie les llama, encontraran personas mucho mas dignas de amar y respetar . Soy muy feliz cuando mi preciosa Teresa me dice ay mama cuanto te quiero ! y cuando mi marido me dice que guapa estás hoy después de 16 años juntos. Me hace muy feliz cuando celebramos toda la familia al completo la nochevieja fuera de Madrid y tener un par de días completos para todos ellos.
En estos momentos, que apenas estoy estrenando una nueva situación personal, la de profesora jubilada, me hace feliz, como decía Rabindranath Tagore «observar la mañana por primera vez como si se tratara de un recién nacido que no tiene nombre».
Me hace feliz que sigue teniendo un profundo sentido para mí el «nosotros» del que formamos parte mi marido, mis hijas y yo, junto con el resto de nuestras familias.
Me hace feliz volver a reencontrarme con personas que fueron y son importantes en mi vida como si no hubiera pasado el tiempo.
Me hace feliz sentir que sigo siendo «la maestra» para mis antiguos alumnos, con los que sigo manteniendo una bonita relación que me confirma que ha valido la pena dedicar gran parte de mi vida a la docencia.
Me hace feliz cultivar mi huerta ecológica y mi jardín, siguiendo el desarrollo de cada una de las plantas y sobre todo recoger los frutos, ya que «es la misma lluvia la que en tierra sin cultivo hace crecer zarzas y espinas, y en los jardines, flores».
Me hace feliz hacer senderismo con mi familia, disfrutando de la naturaleza, de la conversación, de la puesta en común al final del recorrido…
Me hace feliz disfrutar de mis mascotas, todas recogidas de albergues porque fueron abandonadas.
Me hace feliz los ratitos de lectura y de música, ratitos que me ayudan a dedicar «un tiempo» para mí.
Hay un proverbio hindú que dice que «El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas».
Hace mucho tiempo que aprendí que la felicidad no es una cosa, ni un momento, no es nada que se pueda comprar, ni ganar, ni obtener. Cuando comprendes que la felicidad es un estado, es un equilibrio, entonces entiendes que la felicidad no depende de los acontecimientos, sino de tu Actitud frente a ellos. Y yo hace mucho tiempo que decidí ser feliz, porque esa es mi Actitud.
Me hace feliz soñar, se que parece una afirmación de adolescente, pero es la verdad. Soñar con nuevos proyectos familiares, profesionales, vitales. Proyectos que hagan mejorar las cosas y que proporcionen felicidad. Es cierto que alcanzar esos proyectos produce mucha satisfacción, pero no es menor la que produce intuirlos, hacerlos palpitar…soñarlos. Esa inclinación por soñar tiene que ver con una cierta predilección por los mitos. Como decía el gran poeta y peor persona Jaime Gil de Biedma:»de mi mundo afortunado me quedó siempre esta costumbre de calor una imposible propensión al mito». Mito y realidad en ese territorio deambulan los sueños.
Lo primero es tener tiempo parar el reloj para Pasear por la naturaleza en primavera, hacer rafting en verano y deportes de nieve en invierno como esquí, ect. Cuidar mis bonsais, cuidar mi acuario, hacer fotos a la naturaleza o pasear por el río con mi hijo, todo sin mirar el reloj y sin tener la presión del «vamos que mira que hora es.»